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En el caso de Yuliana Samboní, ¿hubo periodismo con humanidad?

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Han sido 11 días de intenso trabajo informativo y de abundante flujo de noticias en relación con el crimen de la niña de 7 años, pero ¿quién dice que ha sido el mejor cubrimiento de la  noticia?

Por: Javier Mauricio Segura / Edimedios Colombia

@javiermsegura

Son escabrosos e indignantes los detalles publicados hasta ahora sobre el crimen de Yuliana Samboní, como repudiables y condenables los actos que el homicida confeso Rafael Uribe Noguera aceptó en la Fiscalía en las últimas horas.

Pero bien vale preguntarnos ahora si los periodistas hemos cumplido una buena labor en este caso, si hemos acatado nuestra ética o si nuestra conducta ha estado al nivel de lo que se esperaba. Ya bastantes señalamientos había en contra de Noticias RCN por su ‘primicia’ de ser los únicos en llegar al sitio del accidente del avión de Lamia en Antioquia.

Esto sin reparar en el dolor y en el estupor por la muerte violenta de 71 personas en vísperas de jugarse la final de la Copa Sudamericana entre Atlético Nacional y el Club Chapecoense, que pereció la noche del 28 de noviembre en las montañas antioqueñas.

La mañana del 5 de diciembre

En eso estaba el país cuando lo sorprendió, muy de mañana, la noticia del fatal desenlace de la desaparición de Yuliana, secuestrada el domingo 4 de diciembre en un sector del barrio Bosque Calderón, al nororiente de Bogotá.

Una terrible novedad que volvió a sumergirnos en el lodo de la desesperanza por vivir en una sociedad enferma y violenta, acostumbrada a que le den sus dosis de malas  noticias todas las mañanas y su consecuente repetición al medio día (por si no las vio).

Desde ese instante, cuando se supo en qué lugar fue hallado el cuerpo de Yuliana y cuando empezaron a circular los nombres y los apellidos de Rafael Uribe Noguera y los de sus hermanos Francisco y Catalina, los medios asumieron tímidamente su rol de agentes transmisores de una información que lucía fragmentada y escasa durante las primeras horas de ese lunes 5 de diciembre.

Incluso, la autocensura de algunos de ellos se hizo más relevante que en otras ocasiones. Sin embargo, la indignación en las redes sociales empezó a crecer y ese es un tándem para que tanto editores como periodistas se concentren en un tema en particular.

No había que esperar nada más, porque las métricas de Google se dispararon y ese tipo de tendencias deben ser aprovechadas al máximo por los editores y los administradores web. Pero, ¿acaso alguien se detuvo en ese instante a pensar que la información es un bien social y no un simple producto? Sinceramente no creo. La urgencia de ir un paso más adelante que los demás es una prioridad. De suerte que las pifias y las especulaciones no han sido mayúsculas.

Desde luego que todo esto también hace parte de la obligación del periodismo de favorecer el acceso del público a la información y su participación. Esa retroalimentación es un faro importante cuando el panorama parece confundirse entre las certezas (muy pocas) y las incertidumbres (muchas).

El solo hecho de que una niña de 7 años, proveniente de una familia humilde, fuera secuestrada, torturada, violada y asesinada (como han repetido hasta la saciedad los periodistas) por un hombre de inmejorable posición social y económica, disparó todavía más la indignación y la rabia de muchos colombianos.

Había que hacer más, por supuesto, y la presión aumentó para todos. Esa tregua sosa y hasta impúdica en la que a veces pactan algunos medios para no hacerse daño entre ellos, se convirtió en un desafío por obtener mayores datos sobre la investigación.

Así se supo, por ejemplo:

  • Que los hermanos del homicida permanecieron más de 3 horas en el apartamento del Edificio Equus 66 y que, probablemente, alteraron la escena para confundir a los investigadores.
  • Que Rafael Uribe se drogó y se alcoholizó horas después de haber cometido el crimen para buscar una inimputabilidad ante un juez de conocimiento.
  • Que la niña fue mordida y tenía huellas de fuerza extrema en su cuello y otras partes del cuerpo.
  • Que Uribe Noguera ya había estado en el lugar donde secuestró a la niña y que tenía antecedentes de ser un tipo con un comportamiento antisocial, consumidor habitual de pornografía y de servicios de prostitución.
  • Que en circunstancias extrañas se suicidó el vigilante del edificio Fernando Merchán Murillo y que dejó una carta en la que sembró más dudas que certezas. La Fiscalía ya dijo que Merchán fue copartícipe del homicidio.

Eso solo para mencionar algunos datos que se han conocido con el paso de los días y que los medios han publicado como si se tratara de una novela policiaca que se entrega por capítulos.

Se han leído titulares como:

  • “Este fue el recorrido criminal de Rafael Uribe, presunto asesino de Yuliana Samboní”
  • “Las pruebas de la Fiscalía contra Rafael Uribe por la muerte de Yuliana Samboní”
  • “Adoloridas madres protestan frente a clínica donde está Rafael Uribe Noguera”
  • “Versión de vigilante sobre crimen de Yuliana no coincide con las cámaras”
  • “Así será el proceso penal contra Rafael Uribe Noguera”
  • “Hallan rastros biológicos de Rafael Uribe en cuerpo de Yuliana, no va preacuerdo”
  • “Rafael Uribe confesó el crimen de Yuliana Samboní”
  • “Yuliana fue mordida en el rostro por otra persona, además de Rafael Uribe Noguera”
  • “Mujeres, claves para aclarar crimen de Yuliana y conducta de su asesino”
  • “Yuliana forcejeó con Rafael Uribe dentro de la camioneta”

No importa el costo ni el sacrificio, pues la carrera hacia la ‘primicia’ no mide en reparos o excusas.

“Los jefes a veces piensan que la Fiscalía es  como un autoservicio en donde uno va y toma lo que necesita”, comentó en cierta ocasión un reportero judicial de El Tiempo.

La fisuras que la prensa sabe aprovechar

Tantas fueron las filtraciones de imágenes, testimonios, datos, videos y demás elementos sensibles para la investigación forense, que el propio fiscal general, Néstor Humberto Martínez, pidió investigar a los policías y detectives del CTI que permitieron que esos elementos trascendieran a los periodistas.

“La Fiscalía deplora que evidencia física que forma parte de la investigación de la niña se encuentre por fuera del expediente, tanto más cuando la víctima es un menor de edad que es sujeto de especial protección por la Constitución y la ley”, aseguró el jefe del organismo de investigación a Caracol Radio.

Y en un carrusel que ha corrido sin parar desde el 4 de diciembre, los medios han registrado paso a paso el desarrollo de la noticia con lo que ha salido a la luz,  revictimizando a la familia de Yuliana y, tal vez, entorpeciendo la labor de los investigadores.

Sin menos filtraciones, pero con más justicia

Lo de Martínez es razonable, pero que eso no sea una excusa para no investigar a profundidad lo que pasó especialmente por la gravedad del crimen y por la connotación social que este lleva implícito. La cercanía del fiscal con Francisco Uribe Noguera, hermano del homicida confeso e investigado por una presunta alteración  de la escena del crimen, no ha sido un tema que aborden los medios con el mismo entusiasmo con el que han asumido el caso de Yuliana Samboní.

¿Alguien de El Espectador, El Tiempo, Noticias Caracol, RCN o de los demás medios, se ha preguntado si tantos desarrollos noticiosos han tenido algún efecto negativo en los niños que ven, escuchan o leen acerca del crimen de la menor? ¿O si la familia de Yuliana, atribulada y sin orientación, ha tenido que soportar la doble condición de víctimas y de protagonistas de la peor  noticia de sus vidas?

Las noticias se cuecen como las habas y a veces son tan duras como ellas. Sin embargo, ¿quién puede asegurar que el cubrimiento periodístico del asesinato de la pequeña Yuliana Samboní sirvió para mapear la realidad violenta del país? ¿O quién puede decir que hoy los colombianos adquirimos mayor conciencia sobre las amenazas que acechan a nuestros niños a partir del ejercicio periodístico?

Lo que sí es posible afirmar –con cierta razón– es que la  noticia sirvió para elevar la indignación del país contra la ascendente espiral de violencia y maltrato que existe contra las mujeres y los castigos que deberían imponerse a los perpetradores de delitos como este, pero la realidad es que la pérdida de Yuliana y el dolor de su familia es lo que, lamentablemente, menos cuenta a la hora del primer balance del desempeño de los medios en el cubrimiento informativo sobre este crimen.

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